SOLO TRES AÑOS - KARL K.
Hace tres años que estamos juntos, Carmen, y me dejas de este modo, sin remordimientos, de golpe (qué dolor para mí).
Aún recuerdo nuestra primera vez, cuando me escogiste entre tantos: siempre has llevado la iniciativa en nuestra relación. Tu mirada admirativa; confiesa que te gusté mucho y de súbito, sin dudas. Cómo me acariciabas; una chica allí presente te iba a decir algo, pero volvió la cara por vergüenza. ¡Te latía el corazón como un campanil! Por la calle saltabas, eufórica; yo, sin embargo, soy recatado, tímido y me abochorna expresarme.
Ya en tu casa fuimos uno. Durante horas, ante tu espejo pintado con flores cursis, de cuando eras una niña. Dormimos enlazados. Mejor dicho, tú caíste en los brazos de Morfeo porque yo, debido a la enorme excitación que me causaban las circunstancias, no pegué ojo. Estudiaba tu cuarto, que me daba señales de ti, de tu ayer, de tus intimidades, preferencias y sueños.
Desde entonces ¿cuántas aventuras acometimos juntos, piel con piel? ¿Te acuerdas de aquel día, en el parque, cuando tras la tormenta regresamos corriendo por el césped encharcado? Las risas atronaban más que el fenómeno eléctrico. Acabamos hechos una piltrafa. Y ¿cuántas sesiones de cine y teatro y ópera no habremos disfrutado en comunión? Ah, días de oro, cénit de los sentidos y de la inteligencia.
Es verdad que cada año me dabas de lado unos meses. No me caía bien, denotaba un pecho sin gratitud; aunque lo asumía con dignidad, erguido y estoico. Porque cuando ya me amargaba, y empezaba a calificar tu perfidia, habías vuelto. Tornaban la unicidad y el amor apasionado, adolescente casi. Amanecía una esplendorosa luna de miel.
A tus amigas siempre les gusté. Me halagaron con esa simpatía de su juventud. Intentaré pensar en esos instantes de dicha, al escocerme la distancia de ti.
Tu perfume, de bergamota, limón y menta. Ese cuchillo que me embaucaba y cortó el aliento. Es un aroma único, ya que se mezcla con el tuyo propio. Terminaba oliendo igual que tú y eso me placía intensamente, porque éramos uno.
Tu madre ha sentido predilección por mí, Carmen. Ahora lo puedo decir, pues soy libre: a veces nos íbamos juntos de paseo sin ti, charlando de nuestras pequeñeces.
No tendrás un amante que acaricie tu cuello como yo lo hice. Eso dalo por seguro. Ni que guarde tus manos entre las mías cuando estás nerviosa, agotada, sin fuerzas. Que abrace tu cintura con suavidad, permitiendo fluir el deseo sin azuzar la situación.
Ninguno escuchará tus confidencias con tal interés, ni ha de esperarte como un árbol gesta el fruto. Tú verás lo que haces. Podría haber durado lo nuestro mucho, muchísimo más. Ahora sé que eres caprichosa y voluble. ¿A dónde iré yo? ¿Cuál será mi destino? Acostumbrarme a otra chica precisará tiempo y esfuerzo, si es que alguna me acepta. Carmen, tú fuiste la primera de todas. Mi delicada garza, la del bosque mágico. Se despide de ti para siempre:
Tu abrigo azul
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